miércoles, 9 de enero de 2013

LAS GALLETITAS DE LA BRUJITA ANALINDA

Entre tanta sangre, vampiros y "gore", Halloween no parece una fiesta muy adecuada para los niños, pero a mis hijos una fiesta que, básicamente consiste en disfrazarse y conseguir el mayor número de chuches posible, parece tener muchos alicientes.
Aunque no esta dentro de nuestra cultura, parece que día a día se va imponiendo y ya no es extraño ver telarañas y murciélagos en las puertas de nuestras casas.
Este año, escribí un cuento, pero no de miedo, sino pensando en los más pequeños. Tal vez porque cada vez son más necesarias las personas positivas y amables,



Un huerto escalofriante

La brujita Analinda estaba seriamente decidida a causar sensación el próximo Halloween. Aunque no sabía muy bien como…
No podía competir con sus vecinas Rosamunda, Penélope y Agripina, que todos los años organizaban un estupendo aquelarre. ¡Estaban invitadas todas las brujas relevantes de la comarca!
Tras muchos días pensando, halló la solución. ¡Iba a plantar el más monstruoso huerto de calabazas de la historia!
Se dirigió presta como una centella a la tienda de la aldea. Allí compró todo aquello que era necesario: pala, rastrillo, abono y ¡semillas de calabaza gigante!
Al llegar a su casa, desempolvó su viejo libro de hechizos y…
-¡Eureka, éste tiene que ser!
Dispuso todo lo necesario para realizar la más espantosa pócima crece-calabazas que existiría nunca jamás.
Con un poco de esencia de dragón, pelo de araña calva, mocos de troll resfriado y suspiros de elfo enamorado compuso el hechizo que burbujeaba en el caldero.
-¡Ay, se me olvidaba! También pondré canela, jengibre y una pizca de mi ingrediente secreto.
Introdujo semejante cocimiento en un frasquito de cristal y, con infinita paciencia, dejo pasar dos lunas llenas.
Analinda, se dirigió al pequeño huerto que tenía detrás de su casita. En él cultivaba sus plantas medicinales. Allí tenía la manzanilla y el romero para cuando le dolía la tripa a su vecino Mirlo; la alcaravea para los gases de Rosenda; y para los resfriados de su vecinita Rosita, violetas.
Eligió un lugar al lado de las mandrágoras, que como todo el mundo sabe, son muy parlanchinas. ¡Así estarían entretenidas sus calabacitas! Plantó las semillitas, y luego las roció con el mágico líquido.
Al terminar el día, muy satisfecha, se veía rodeada de sus horripilantes calabazas, siendo la envidia de todas las demás brujas del lugar.
Se despidió de su amigo el espantapájaros. Dejándole al cuidado del huerto.
-¡Ten cuidado, no se vayan a comer los pájaros las semillas y me quede sin mis calabazas! ¡Cuando crezcan no te asustes van a ser horribles!
Cada anochecer, la brujita Analinda sobrevolaba su pequeña plantación. ¡Cómo crecían las calabazas!


Era el día de Halloween y Analinda se dispuso a recoger el fruto de tantos desvelos. Pero, -¡Ay, Dios mío, qué catástrofe!
En vez de las malvadas calabazas, tenía un huerto de preciosas, simpáticas y sonrientes caritas, que además…. ¡hablaban!
Estaban charlando y riendo con el espantapájaros, que les contaba historias de princesas, dragones y castillos encantados.
-¿Qué voy a hacer? Pronto será de noche, ¡todo el mundo se reirá de mis simpáticas calabacitas!
Montó en su escoba, y se fue volando a su casa. Miró, miró y remiró, pero no encontró ninguna poción que fuese capaz de transformar aquellas simpáticas criaturitas parlantes.
Cambió de planes…
A lo mejor con pintura conseguía disimularlas. Tal vez así pudieran, aunque sólo fuera un poquito, dar miedo.
A Analinda nunca se le había dado muy bien el dibujo, pero tampoco sería necesario ser Leonardo. ¡Con un par de pinceladas conseguiría unos rostros más siniestros!
Con brocha en mano se dirigió hacia los simpáticos vegetales, y empezó a dibujarles un ojo aquí, una boca allá…
Pero las calabacitas se morían de la risa con las cosquillas que le hacía el pincel al deslizarse por ellas.
La brujita no se lo podía creer ¡Estaba indignada! ¡Sus planes arruinados!
Ya era de noche, Analinda estaba cubierta de pintura y rodeada de calabazas encantadoras y sonrientes.
Acertó a pasar Rosamunda, montada en su escoba, camino del aquelarre, y al oír las risas divertidas del huerto, casi se choca contra el árbol encantado. ¡Eso sí era una verdadera fiesta!
Las calabazas presentaban un aspecto estupendo, pues la pintura negra se transformaba en purpurina multicolor en el pincel de Analinda.
Ese año se decidió que Analinda y sus calabazas era el MÁS MONSTRUOSAMENTE DIVERTIDO ACONTECIMIENTO que hubiera existido y existiría jamás.
Os preguntaréis que ocurrió después…
Pues esa es otra historia que algún día os contaré.








Si existieran más brujitas Analindas y menos "brujas verdes", la existencia sería "muuuuuuuuucho" más sencilla. Por eso esta entrada se las dedico a ellas, a  todos los que nos hacen la existencia un poquito más feliz, sean quien sean.

3 comentarios:

  1. Maite y Ana:
    sois las mejores haciendo galletas. Os lo digo enserio,¡son super monas!

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  2. Hola guapa me encanta tu blog.
    quería preguntarte el cortador de galletas de bruja el de la escoba donde lo has comprado o en que página???besitos💋💋💋

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  3. Gracias por tu contestación ...me imagino que sera un diseño tuyo

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